Tres ensayos para una teoría sexual. Primer comentario. Seminario: Fundamentos de la práctica analítica

El siguiente texto es un resumen del trabajo con el que participé en las II Jornadas de la EFmdp: Temas y Cuestiones en Psicoanálisis, el 3 de septiembre de 2011.
Panel: "Sexualidades de hoy: ensayos y teorías".
Participantes: María Clara Areta, Esteban Garvie, Enrique Millán, Anabel Salafia.
Tuve que realizar un recorrido, que compartiré en parte con ustedes, en este trabajo, para recién luego del mismo, plantear lo que hasta ahora es un comienzo de algo que me interesa seguir investigando y trabajando.


Empecemos el recorrido:

Freud escribió en 1905 Tres ensayos para una teoría sexual, texto que se constituye en el tiempo de comprender del instante clínicamente prolongado de haber visto a las histéricas durante más de diez años de práctica psicoanalítica.

El síntoma como forma de satisfacción de las fantasías neuróticas, la angustia de las neurosis actuales y la interpretación de los sueños revelaron a Freud que las hasta entonces llamadas aberraciones sexuales no se diferenciaban demasiado de ciertas prácticas encuadradas dentro de la hasta entonces llamada sexualidad normal.

La postulación de la sexualidad infantil no fue consecuencia de la observación de la conducta de niños sino que se estableció, retroactivamente, mediante la escucha del relato histérico.

Las zonas histerógenas le dieron piel, órgano y nervio significante a las zonas erógenas.

Las mentiras histéricas le prestaron su escenario a la verdad, que gracias a la ficción pudo realizarse. Verdad sin pelos en la lengua pero sí con lapsus en la lengua, verdad de la histérica que no puede dejar de decir eso para que se haga justicia. Es la justicia por lengua propia (tomada del Otro) que termina por desbaratar al amo.

La amnesia avergonzada se convirtió, gracias al método de Freud, en saber no sabido y dejó de ser una falla para convertirse en función central del saber.

Herr Professor hizo el milagro de transmutación de la causa: del trauma al fantasma.

Por lo tanto, Tres ensayos… no es el primer texto freudiano sobre la sexualidad pero sí es el que contundentemente define a la sexualidad humana como aberrante (Primer ensayo, Las aberraciones sexuales), infantil (Segundo ensayo, La sexualidad infantil) y transformable (La metamorfosis de la pubertad).

A medida que los historiales clínicos fueron escribiéndose y la teoría fue avanzando, por retroceso Freud corrigió y amplió (con extensos pies de página y notas) la letra de los Tres ensayos pero nunca lo reemplazó reescribiéndolo o... mejor dicho, nunca dejó de reescribirlo.

¿Cuál es la teoría que sostienen los Tres ensayos?

El mismo título ha sido motivo de vacilaciones de traducción, de enunciación, de enseñanza y de transmisión: no se establecía siempre de la misma forma cómo se articulaban los Tres ensayos con la prometida teoría sexual. La palabra/preposición alemana "zur" sufrió varios avatares de traducción: "sobre" una teoría sexual, "y" una teoría sexual,"para" una teoría sexual.

¿Qué teoría van desarrollando los Tres ensayos? ¿Cómo se articulan los tres de los ensayos con una teoría sexual?

No se hubo necesitado a Freud para establecer que lo sexual no era patrimonio de la conciencia: de eso no se sabía, de eso no se hablaba.

Pero Freud, hizo otro movimiento: inauguró el siglo XX poniendo en acto la realidad sexual del inconsciente, como más de sesenta años después lo leería inmejorablemente Lacan. Esa es la gran teoría ensayada en los tres ensayos: el inconsciente es sexual.

Es por el trabajo con las histéricas y la angustia y las neurosis que la teoría sexual en parte le precedió a los tres ensayos: sueños, lapsus y síntomas mostraban y demostraban que el desplazamiento y la condensación son leyes de lo sexual. El lenguaje activa, inhibe, muerde, acaricia, paraliza el cuerpo, que se transforma, gracias a la letra, en un cuerpo gozante.

Para decirlo de otra forma: lo sexual se expresa como desplazamiento y condensación.

Norberto Ferreyra ha escrito un excelente trabajo en Lapsus Calami 1 cuyo título El deseo, el sexo y lo inconsciente ya adelanta el necesario nudo que esos conceptos implica.

La teoría sexual se siguió escribiendo: desde Pegan a un niño y Más allá, pasando por los textos sobre el Complejo de Edipo hasta El problema económico del masoquismo.

La castración, retroactivamente, hizo su trabajo en el texto de 1905, horadó los Tres ensayos y se convirtió, para nosotros, en sinónimo de deseo.

El movimiento freudiano implicó que no sólo se habla de eso sino que con eso se habla.

El inconsciente freudiano está estructurado sobre una sexualidad metonímica, desplazada desde los genitales a todo el cuerpo y que tiende a la condensación sustitutiva.

El título del panel sugiere que la una sexualidad de ayer ha sido reemplazada por varias de hoy.

Creo que estamos ante un dilema que se presenta en varias oportunidades para el psicoanalista: ¿lo de hoy es igual a lo de ayer? ¿Lo enseñado por Freud, o incluso por Lacan sigue sirviendo para interpretar la problemática de la actualidad? ¿Hay nuevas patologías? ¿Hay nuevas y más eficientes formas de tratar a los pacientes?

¿Habrán perdido vigencia y por lo tanto habrá que reemplazar la teoría sexual freudiana?

No sé cuánto se habrá ampliado el catálogo de las perversiones desde Krafft Ebing hasta la actualidad, probablemente no debe haber muchas prácticas no codificadas en su momento. Antes, la gente no se conocería por chat, o las imágenes de la pornografía no serían de carácter cibernético, pero la técnica de cada época estuvo a la altura de la sexualidad de cada época. Es más: la técnica, la ahora llamada tecnología no está más que al servicio del goce.

Hasta los microondas (quizás porque calientan) participan del metabolismo del goce cotidiano. Los analistas tenemos fama de subversivos ante los conservadores y de conservadores ante los subversivos. El tema es saber quién es el que subvierte, qué es la vanguardia y quién conserva y es el establishment en cada tiempo. No es fácil establecer cuál es la vanguardia simultáneamente al tiempo en que se vive.

Lo maravilloso de Freud es que, por regresión, inventó el futuro. Hoy se discute si el futuro que él nos legó sigue siendo nuestro presente o se ha convertido en perimido pasado. Cito a Lacan en el Seminario IV: “El psicoanalista no se recluta entre quienes se entregan por entero a las fluctuaciones de la moda en materia psicosexual”.

Pero habría que ser muy necio para no entender que las cosas han cambiado. Las cosas han cambiado porque las cosas siempre cambian. Cambian en un sentido y se mantienen en otro, para seguir existiendo. Que las paredes se puedan hacer con durlok no significa que no haya paredes. Que la concepción de los seres humanos pueda hacerse in vitro implica que el padre, como simbólico, está más presente que nunca como padre muerto.

La cuestión es saber qué cosas han cambiado, cómo han cambiado y cuál es la interpretación de los fenómenos a los cuales hoy asistimos y de los cuales hoy participamos.

Seguramente sí, lo que podría decirse, es que el campo de lo moralmente aceptado (entendido como costumbre) se ha modificado.

No hace mucho tiempo atrás se podría haber denunciado a una institución educativa por haber tomado en su plantel docente a un profesor sospechado de homosexual. Hoy podríamos aseverar que un profesor declaradamente homosexual podría denunciar por discriminación a una institución que no lo aceptara por su orientación sexual.

La heterosexualidad como práctica social parecería que ha perdido adeptos o no entusiasma tanto, se podría decir. Subrayo, como práctica social, porque los psicoanalistas hemos venido escuchando que los fantasmas que sostienen las determinadas prácticas sexuales no son congruentes a la misma. (Lapsus Calami 1, Anabel Salafia).

Lo erótico (los actores lo saben muy bien) está relacionado con dejar de ser quien se es. Entusiasma disfrazarse de otro... sacarse por un rato el pesado lastre del “ser siempre el mismo”. Ser otro es un antigua e infantil (y por infantil aún hoy muy eficaz) forma de gozar. En el juego de los niños se corrobora evidentemente: “Dale que soy tal…”

El sufrimiento que puede conllevar la vida sexual misma ocupa un territorio que va de lo antiguo a lo moderno, de lo moderno a lo raro, de lo raro a lo de siempre, de lo de siempre a lo extraordinario, hombres que se visten como mujeres, mujeres que se visten como hombres, mujeres que se visten como mujeres, hombres que aman a otros hombres, hombres que prefieren a los perros (de compañia), mujeres que prefieren a los hombres (de compañía), hombres encerrados en cuerpo de mujeres, mujeres encerradas en cuerpos de mujeres, hay casi todo en la viña del Señor... Desde las antiguas neurastenias (quién no se ha sentido cansado o le ha dolido la cabeza), hasta las emergencias de la angustia que ahora se dice que no son por causa sexual sino por pánico ante las exigencias de la vida contemporánea. La frigidez, la impotencia, la eyaculación precoz y otras antiguallas no han sido del todo abolidas por homo, trans, y sexualidades migrantes.

Digo que casi todo, porque lo que ha orientado, con Freud y con Lacan el campo de las sexualidad es el falo y luego el objeto a. En el juego sexual del Senku el agujero vacío es necesario para el desplazamiento de las fichas.

Lacan en el Seminario IV, Las Relaciones de Objeto, nos ha enseñado que de la ubicación del falo depende la perversión (del deseo) que esté en juego: si el falo está detrás de un telón que se cubre y se descubre habrá exhibicionismo; si un varón busca el falo en otro varón, será la homosexualidad masculina; si el falo está en un objeto que signifique el falo de la madre, el fetichismo; si el fetiche está tras las polleras, el travestismo.

Ahora bien, tomando en cuenta este berenjenal. Cabe volver a Freud, volver a Lacan y saber hacer las preguntas que la actualizada realidad nos obliga. Vuelvo a citar a Lacan, ahora en el Seminario XV, donde dice: “Dije que de todas formas, aún si los psicoanalistas no quieren estar a la altura de lo que tienen a su cargo, no por eso lo que tienen a su cargo existe menos, ni dejará de hacer sentir sus efectos- primera parte de mis proposiciones, ¿estamos?- y será necesario que haya gente que trate de estar a la altura de cierto tipo de efectos que son los que de algún modo están allí ofrecidos y predestinados a ser tratados en cierto marco; si no son aquéllos (los psicoanalistas) serán necesariamente otros, porque cuando los efectos se hacen un poco insistentes, hay que darse cuenta a pesar de todo de que están allí y tratar de operar en su campo. Les he dicho esto así nomas, para que no se hayan molestado para no escuchar nada”.

Intentando no ser un pobre que no esté a la altura de los fenómenos epocales puedo decir: Que la lógica freudiana, nos permitía pensar algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica. Es por ello que entender el falo como concepto implica tomar la castración como lo central de la estructura. Hay falo, hay castración, hay envidia al pene, hay sexualidad femenina.

¿El falo ha dejado de ser la flecha de la brújula que marca los polos de la orientación sexual?

La condición, la atribución fálica, permite a Freud, en La Organización Genital Infantil, establecer los pares fálico/castrado, activo/pasivo, sujeto/objeto que llevaron a tornar congruente la oposición hombre mujer. Es decir que el falo fue en Freud el instrumento para dividir la realidad en dos pares de oposición que le permiten a Lacan extraer el falo y que es releído y estructurado en las fórmulas lacanianas de sexuación.

Como se puede leer en los autores que desde diferentes ámbitos toman el tema, los polos no son dos (como en Freud), ni cuatro posiciones (como en Lacan) sino caminos, migraciones que entre ellos se producen.

La pregunta que precipita es la siguiente ¿es entre estas posiciones freudianas y lacanianas que encontramos las presentaciones sexuales actuales?

A modo de viñetas quiero señalar dos cuestiones breves pero a mi entender significativas sobre lo que venimos tratando: La primera corresponde al libro compilado por la doctora en Filosofía Diana Maffía, quien se desempeñó como Defensora Adjunta en Derechos Humanos y Equidad de Género de la CABA. El libro se titula Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Al final del mismo, donde constan los autor@s (con arroba) de los trabajos, lo primero que se dice del autor es la declaración de sexo que él mismo realiza sobre su persona, por ejemplos:

Amalia Fisher: Subjetividad nómade

Lohana Berkins: Activista travesti y feminista.

El segundo recorte corresponde a un señor, dirigente de un grupo del cual no recuerdo el nombre, quien por televisión planteaba que “Luchamos para que el sexo sea un derecho. Luchamos para que cada ciudadano pueda elegir su sexo y cómo su sexo quede consignado en su documento de identidad”. Pareciera que la organización sexual inconsciente ha migrado a una declaración de los derechos humanos, donde la elección del sexo es central.

En la Lapsus Calami que les recomiendo, Anabel Salafia en su artículo La transrelación sexual escribe: “La declaración de sexo deja lugar a suponer un sujeto, más aún, la propia emergencia huidiza del sujeto como tal podría ser siempre algo del orden del declararse. Ahora bien, cuando esta declaración se ve precipitada por una ideología y un mercado ¿no es precisamente el sexo (empíricamente, quirúrgicamente considerado) lo que viene al lugar del sujeto?”.

Voy concluyendo para, en otra oportunidad, poder volver sobre el tema: Pareciera que lo sexual ha migrado, de la lógica de las fantasías inconscientes a la incumbencia del yo.

Desde el Psicoanálisis es difícil pensar lo sexual como identidad social. Porque entendemos a lo sexual como lo que se anuda a lo Inc y al deseo y por lo tanto implica división en el sujeto. En oposición la identidad sexual-social que estaría constituyendo la unidad del ciudadano.

Considero que Freud “desclasificó” el catálogo de las aberraciones sexuales y encontró las vías perversas del deseo pero de tal forma que no volvió a armar nuevas “identidades sexuales”.

Hasta ahora lo que he podido ir pensando.

Les agradezco su atención.